El Colegio Alemán de Quito, erigido en 1996, desafió las normas convencionales de la arquitectura educativa con una visión innovadora y una estructura que perdura hasta la actualidad.
La propuesta arquitectónica se inspiró en el concepto de secuencia temporal, reconociendo que la vida tiene un inicio y un fin, así como una progresión a lo largo del tiempo. El acceso principal se abre hacia una plaza que alberga los edificios con funciones institucionales, como el administrativo y el auditorio. Desde esta plaza, un eje central organiza todas las dependencias del complejo, creando un recorrido que se extiende a lo largo del proyecto.
El recorrido principal culmina en una segunda plaza, una especie de centro social que alberga actividades propias de los alumnos, como la cafetería, áreas de descanso, esparcimiento y actividades deportivas. Esta plaza no solo funciona como un espacio de encuentro, sino que también representa una transición importante en la vida de los estudiantes: el paso de la educación primaria a la secundaria. Los bloques de secundaria se alinean nuevamente a lo largo del eje central, pero su acceso se hace a través de puentes que simbolizan un cambio tanto físico como emocional para los estudiantes. Esta disposición refleja la transición de los jóvenes hacia la adultez, marcando el final del recorrido que comenzó en la plaza central, recibiendo a niños que iniciaban su educación y su vida.
El diseño del Colegio Alemán de Quito no solo desafió la convencionalidad arquitectónica, sino que también estableció un espacio que acompaña y guía a los estudiantes a lo largo de su crecimiento, brindando un entorno propicio para el aprendizaje, la interacción y la transición hacia la madurez.